Monólogo en el que Corbacho se ríe de todo, pero, básicamente, ¡de sí mismo! Bueno, y también de su familia, de sus padres, de su mujer, de su hijo, de su perro y de sus principios. Principios que por cierto van cambiando en cada función. Y puestos a reírse, se ríe hasta de los espectadores que van a verlo, pero sobre todo lo que pretende es que los que se rían más sean ellos. Porque está la cosa cómo para dejar de reírse.